viernes, agosto 12

SIGUE EN CARTEL DOCUMENTAL "EL FIN DEL POTEMKIN"

El documental “El fin del Potemkin”, ópera prima de Misael Bustos con producción de los miembros del PCI Lucía Puenzo y Fernando Molnar, ofrece una profunda reflexión sobre el desarraigo y el desamparo a través de la “historia surrealista” de dos ex marinos soviéticos que viven desde hace 20 años en la Argentina, donde quedaron varados, al producirse la desintegración de la Unión Soviética.
“Lo que más me chocó de esta historia casi surrealista fue principalmente el drama humano, pero también quise reflexionar sobre el hecho de que muchas veces se toman grandes decisiones políticas sin tomar en cuenta a las personas que, como en este caso, quedaron desperdigadas por distintos lugares del mundo”, afirmó Bustos.
Producida por el ganador del Oscar Luis Puenzo, director de “La Historia Oficial”, la película de Bustos -que se estrenará hoy en el Espacio Incaa KM 0, Cine Gaumont- retoma la historia del bielorruso Viktor Yasinskiy y del letón Anatoli Stankievich, dos marinos que viven una odisea desde 1991, a causa de la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética.
El barco pesquero en el que trabajaban quedó abandonado en Mar del Plata -hubo otros casos de barcos varados alrededor del mundo e incluso uno quedó en el puerto de La Boca- y los miembros de su tripulación, entre ellos Viktor y Anatoli, se convirtieron en inmigrantes forzados, sin dinero, sin afectos y sin nación, obligados a vivir en un país extraño y sin hablar el idioma.
En el caso del pesquero que quedó en la Boca, los marineros rusos desguazaron la nave para poder subsistir y podrer traer a sus familias.
“Quiero invitar a reflexionar al espectador sobre el desarraigo. Ellos son inmigrantes forzados, porque quedaron de un día para el otro sin patria, sin familia, sin documentos y sin los medios para moverse ni reclamar nada. Estaban totalmente perdidos y quedaron en un desamparo total”, agregó Bustos en una entrevista.
En ese sentido, el cineasta advirtió que “a veces somos meros números en muchas cuestiones y decisiones de políticos. A ellos les pasó eso. Desde el primer momento que los conocí lo que más me interesó fue su condición de desarraigo y desamparo. Era muy fuerte lo que les había pasado a ellos, porque estuvieron 20 años en esta odisea”.
Declarada de Interés Cultural por la Municipalidad de Mar del Plata y ganadora del Premio Alba Cultural Primera Copia del Festival de Cine de La Habana, “El fin del Potemkin” explora el profundo drama humano de estos extranjeros, quienes pudieron reconstruir sus vidas en la Argentina, pero siguen sufriendo el dolor de la soledad, la falta de afectos y la nostalgia por la vida que llevaban en sus patrias.
Uno de los aciertos del filme es la comparación de la suerte que corrieron estos marinos -y la gran incertidumbre que pasaron durante años- con la tremenda experiencia del cosmonauta ruso Sergei Krikaliev, quien partió solo a una estación espacial donde debía permanecer durante tres meses, pero a causa de las profundas transformaciones políticas en la URSS quedó abandonado en el espacio durante 10 meses.
“El tiempo te calma, pero nunca olvidas”, afirma Viktor, quien ya pasó más de 20 años en la Argentina, período durante el cual fallecieron sus padres y nunca pudo regresar a ver a Shkolv, su pueblo natal, a ver a su mujer y su hija, aunque al mismo tiempo -después de superar grandísimas dificultades económicas- pudo volver a enamorarse y tiene una hija adolescente en Mar del Plata.
Bustos recordó que después de cuatro años de buscarlo, finalmente se encontró con Viktor y encontró a “un hombre muy hosco y parco, como cualquier marino acostumbrado al mar. Sin embargo, lo más interesante fue que me quería contar su historia, tenía una gran necesidad de que alguien escuchara lo que le estaba pasando”.
Para el realizador, “hacer esta película fue una aventura muy impactante. Sobre todo me apasionó la historia y estuvimos viéndonos con ellos durante seis años con idas y vueltas. Aunque la película parezca una película grande -se filmó en Argentina, Rusia, Bielorrusia y Letonia- siempre fuimos un equipo muy pequeño, con recursos mínimos”.
“Por eso -añadió Bustos- quiero agradecerles a Luiz Puenzo, Nicolás Batlle y Fernando Molnar, los productores, porque me dejaron trabajar muy libremente en la construcción del montaje y nunca hubo ninguna interferencia de su parte en relación a eso, lo cual es muy destacable”.

“El fin del Potemkin” se podrá ver hasta el 17 de agosto próximo en el Espacio Incaa Km 0, Cine Gaumont, a las 16.10 y 19.40 horas.
Trailer en youtube: http://www.youtube.com/watch?v=o6RXtyRmGMw


jueves, agosto 11

"HACHAZOS" REVELA ASOMBROSA OBRA DEL "CINEASTA SECRETO" CLAUDIO CALDINI

“Hachazos” es el título de un vasto proyecto de Andrés Di Tella que mezcla distintas artes para componer un documental, un libro biográfico y un espectáculo vivo y performático en torno a la figura del cineasta experimental argentino Claudio Caldini, un “cineasta secreto” que es puente entre dos generaciones y cuyas asombrosas imágenes obligan incluso a repensar qué se entiende por cine.
En su versión fílmica, “Hachazos” es el retrato de una de las figuras más destacadas del cine “under” y experimental en la Argentina; un relato sobre la pasión por el cine y acerca de cómo el arte puede modificar la vida de un hombre al punto de llevarlo a la locura; una reflexión en torno a la soledad y a la contemplación de la naturaleza y, finalmente, un testimonio del vínculo humano y artístico que une a estos dos directores.
Austero, extremadamente preciso y meticuloso, Caldini “hace cine solo, sin dinero, sin nadie”, un cine abstracto e innovador en el que confluyen la música, la pintura y otras artes plásticas, además de recursos experimentales e ideas técnicas geniales, donde las imágenes surgen de un modo de pensar como si se estuviera soñando, dejando a la mente libre de olvidarlo todo y dar paso a lo azaroso.
Para Di Tella, “Caldini es un artista que hace un cine que el 90% de los cineastas no reconoce como cine. Ahora empieza a haber otros cineastas que se consideran sus herederos, pero él es un solitario y eso me parece ejemplar en su vida, porque lleva al límite su idea del cine y ese cine sólo es posible porque vive de manera solitaria”, según reflexionó.
Este cineasta miembro del PCI-a quien el cruce con Caldini le hizo repensar su forma de hacer cine y darle más importancia a la potencia de la imagen en sí misma- dijo que buscó retratarlo porque “me conmueven los destinos que sufren momentos complicados y la épica de ciertas personas atravesadas por trastornos y locuras. Pero supongo que también lo hago para entender mi propia vida”.
“Esta es una colaboración entre ambos para reconstruir algunos momentos de su vida. A la vez fue una discusión, porque no siempre estábamos de acuerdo. Yo trabajo en equipo y me gusta la narración. El trabaja solo y le apasiona lo abstracto. Por eso el proyecto es un choque entre dos concepciones distintas sobre el cine, y eso, en sí mismo, es un experimento”, agregó el director. Para el filme, Di Tella sintetiza una entrevista a Caldini que se extendió durante más de dos años, en la cual lo muestra en su vida solitaria como casero de una quinta en General Rodríguez y recorre a través suyo la historia de un cine argentino casi oculto, se estrenará hoy jueves en salas porteñas y se verá todos los domingos, a las 18, en el Malba.
“Hachazos” en su versión libro fue presentado anoche en la Fundación Telefónica, donde ambos ofrecieron una variable de una performance que ya realizaron en el Teatro San Martín de Buenos Aires, en La Plata y en Brasil, pero ahora con imágenes que Caldini nunca antes había mostrado en público y con grabaciones en casete que Di Tella repartió entre los asistentes.
El proyecto empezó en 2009 cuando Di Tella escribió en su blog un artículo sobre el impacto que le provocó su reencuentro con el director experimental, a quien no veía desde hacía muchos años y a quien había conocido en 1976, cuando era un estudiante secundario y colaboraba como asistente en un cortometraje de la artista plástica Marta Minujín, donde Caldini era camarógrafo. Ese artículo disparó la idea de un libro y también le dio impulso para hacer un documental: “Todas las semanas charlábamos con Caldini y yo anotaba en una libreta, iba a mi casa y escribía. Así durante unos meses, hasta que fue apareciendo un libro. Se lo di a Martín Rejtman para ver qué opinaba y apenas lo leyó me recomendó que hiciera una película”, recordó Di Tella.
En ese sentido, el director admitió cierto tironeo entre su pasión por el cine y su gusto por la escritura: “Soy una especie de escritor frustrado y eso se nota un poco en mis películas. A mi me influyen más algunos escritores que ciertos cineastas, y me gustan mucho las biografías y autobiografías que cuentan vidas. También me interesan las vidas que se cruzan, los destinos que se encuentran”.
“En todas mis películas indago en la vida de los otros para encontrar algo que me fascina. Me gusta el desafío de cómo contar una vida y, si en un libro eso es muy difícil, en una película es casi imposible. Si algo tienen mis películas es justamente eso, intentan transmitir una vida e invitar al espectador a hacer ese viaje”, agregó.
Además de retratarlo en su vida austera y solitaria en la quinta del Gran Buenos Aires donde limpia la pileta, corta el pasto, planta nuevos árboles y vive con la única compañía de insectos, pájaros, gatos y perros, la película indaga en la obra de Caldini y recrea algunos de los recursos técnicos y estéticos que este exquisito artista del celuloide puso en marcha en algunos de sus filmes.
Así, el espectador asiste a una remake de “Heliografía” (una película que Caldini filmó en la India en Super 8 milímetros y luego ralentó en video), “Un enano en el jardín” (una película perdida) y “Gamelan”, donde demuestra que para hacer buen cine a veces sólo hace falta una buena idea, y “Un nuevo día”, una película inconclusa sobre su colega Tomás Sinovcic, desaparecido en los 70. “En esa época Caldini se fue la India (país al que volvería a viajar en otras dos ocasiones y donde sufrió delirios y alucinaciones). La época de la dictadura militar lo afectó muchísimo, especialmente a partir de la desaparición de su amigo Sinovcic, a quien él había ayudado a terminar un cortometraje militante”, explicó Di Tella.
Y añadió: “También me interesaba dar una visión de los 70 a través de alguien como Claudio, que padeció la dictadura sin ser un héroe ni nada y, sin embargo, él también era un resistente, porque junto a otros cineastas experimentales como Horacio Vallereggio, Silvester Byron, Narcisa Hirsch y Marie Luise Alemann representaban un último espacio de resistencia cultural”. Para Di Tella, “el cine abstracto -opinó- tiene que ver directamente con su vida. Todo lo que él hace es profundamente autobiográfico. Por eso creo que esta película va a ayudar a conocer un poco más este cine injustamente olvidado. No es casualidad hacer esta película, porque algo está pasando en el país que tiene que ver con cierta insatisfacción con el cine convencional”.

viernes, agosto 5

RODRIGO MORENO ESTRENA "UN MUNDO MISTERIOSO"



El cineasta Rodrigo Moreno estrenó en salas locales Un mundo misterioso, su nueva película protagonizada por Esteban Bigliardi y Cecilia Rainero, una propuesta singular en la que registra la errancia absurda y existencial de un hombre que es abandonado por su novia y a quien el mundo se le torna inexplicable.
Con la actuación de Rosario Bléfari, Leandro Uria, Germán De Silva y Lucrecia Oviedo, la nueva película escrita y dirigida por Moreno, quien ganó el premio Alfred Bauer en Berlín en 2006 con “El custodio”, su ópera prima, llegará por fin al país tras competir por el Oso de Oro en el 61ro. Festival de Cine de Berlín y de participar de la Competencia Argentina del último Bafici.
En el siguiente e interesante texto, este miembro del PCI explica las razones estéticas y temáticas que lo llevaron a dirigir este nuevo filme.

Acerca de Un mundo Misterioso.
Por Rodrigo Moreno

Tema

Una crisis propone un tiempo interesante porque hay que construir nuevas reglas, incluso la posibilidad de que no haya ninguna regla que rija nuestro destino. Después de haber hecho una película con una métrica tan intensa como en El custodio, necesitaba transitar un camino más incierto, menos señalado y esta historia apareció como la confluencia de varias ideas que tenía en la cabeza y con la fuerza de la necesidad: necesitaba perderme, necesitaba abrir puntas sin saber adónde me iban a llevar. Boris y el tiempo de separación expresan la parte narrativa de esa necesidad. La separación es también una oportunidad narrativa para explorar y desviarse junto con los personajes y contar bajo la única égida del capricho. La película está basada en estos puntos de fuga en los que se monta incluso sin saber si es capaz de enderezar el rumbo perdido. Es una idea de narración desobediente y un poco anárquica que me atrae mucho. Cuando se arranca con un proyecto es necesario que haya un nervio con la fuerza suficiente como para soportar los embates del tiempo y de la imposibilidad al que es sometido a lo largo de todo el proceso, desde el apunte en un cuaderno hasta el estreno en un cine y Un mundo misterioso todavía conserva para mí esa fuerza gracias a su libertad narrativa, y a su espíritu anárquico.

El protagonista

Boris no es nadie en particular, y eso es lo que me gusta de este personaje, que no sabemos muy bien quién es ni nos importa saberlo. La película lo va construyendo a medida que avanza y al final cada espectador se arma una identidad posible para ese personaje, seguramente descargando sobre él preocupaciones y rasgos propios, como siempre ocurre con los protagonistas. Boris no tiene un oficio reconocible, siempre está vestido de la misma manera, no sabemos si tiene padres, hermanos, en fin, nada podemos adivinar por fuera de lo que la película cuenta, y esto es una postura que adopté de manera radical, no es una historia que se construye con la ayuda de factores y de conceptos que uno puede tomar del mundo exterior o de la vida real, esta película se construye sola, es autosuficiente por lo tanto todo lo que la exceda, lo que esté por fuera no es útil a la película, es ajeno a ella.

El auto

A veces resulta inexplicable cómo funcionan ciertas cosas: la vida útil de un auto rumano determina en esta historia el curso de otras vidas.

Por supuesto que el Tokha no existe, es una invención que recuerda una serie de autos importados en los años noventa desde la URSS con tecnología ciertamente obsoleta y un diseño que ya había sido utilizado para otros autos veinte años atrás. El absurdo de un auto, de hecho de cualquier objeto, que no funciona correctamente marca la dependencia que puede tener cualquiera sobre aquellas cosas que son inmanejables. El amor podría incluirse en esta categoría y es por eso que me gustaba representar el tiempo inconmensurable que se propone en el inicio del film con la vida útil de este coche. Ese tipo de coincidencias absurdas, caprichosas, contribuyen a que el mundo parezca misterioso e inexplicable.

Canciones

La canción del final se titula Déjá, la letra alude en cierto modo a lo que cuenta la película específicamente en ese momento pero además está cantado por Gardel en una grabación poco conocida que data de 1931. Una sola vez la escuché en la radio y desde entonces quise ponerla en una película. El hecho de que esté cantada en francés le da un aire francés a todo el resto, pero el hecho de que sea precisamente Gardel quien la cante la exceptúa del ridículo al que podría haberse expuesto, no hay una intención de afrancesamiento sino una apropiación bien criolla de lo francés, lo que conforma una idea muy porteña de las cosas, y esta película es muy porteña.

Por otra parte Atahualpa Yupanqui es el autor de otro de los temas de la película. Si bien no fue deliberada la presencia de dos íconos musicales de Argentina, , me parece simpático que ambos puedan convivir con tanta proximidad. Es la simpleza pura tocada en un concierto que sólo está registrado en you tube, nadie tiene el original de ese recital que fue concebido para televisión en el año 86, con Atahualpa de viejo. Me contacté con la persona que había subido a you tube el material, un dentista de Villa del Parque, fui hasta su casa y lo grabé de ahí en un minidisc. Es como una joya perdida y haberlo rescatado es parte de este extraño museo que me propuse con la película, un museo que colecciona objetos perdidos: un viejo renault 6, algunos bares olvidados de la ciudad, grabaciones poco difundidas, y un aire que llama a gritos a una ciudad que tal como la conocí cuando era chico se va extinguiendo día a día.

Producción

Esta película se produjo con un crédito del Incaa, un premio de Visions Sud´est de Suiza, la pre venta al canal ZDF de Alemania y un subsidio del municipio de Berlin. Se realizó con un equipo de doce técnicos más algunos colaboradores que se sumaron en algunas pocas jornadas de las casi treinta que conformaron el rodaje. Se filmó en verano, en Buenos Aires, cerca de nuestras casas, solíamos ir a comer a restaurantes durante el rodaje, todo el equipamiento entraba en una camioneta y se filmó en 35 mm. Se evitaron todos los vicios que la industria arrastra como lastre al momento de filmar con un crédito del Instituto. Como directores y productores independientes tenemos la obligación de probar que una película se puede hacer más chica y más barata. Claro que todo puede reducirse y abaratarse aún más, ese es nuestro objetivo.

Aunque por ser pocos tuvimos que trabajar duro, la película se realizó bajo un excelente y relajado clima de trabajo. Encontramos un sistema que permite trabajar de manera profesional sin las presiones que suele ejercer el profesionalismo. Creemos que se puede mejorar y tenemos muchas ganas de seguir intentándolo.

Un mundo misterioso se puede ver de jueves a domingo, a las 21.30, en el cine Cosmos-UBA (avenida Corrientes 2046) y los viernes a las 20 y sábados a las 22 en Malba.cine (avenida Figueroa Alcorta 3415).